Cada vez me encuentro con más vídeos como éste en el que se critica la manera en la que nos enfrentamos a nuestra vida cotidiana actual, momentos en los que la tecnología está cada día más presente. El problema es que creo que el enfoque es completamente equivocado.
Estoy muy de acuerdo en que no tenemos ni idea de cómo integrar la tecnología en nuestro día a día. Hacemos lo de siempre. A saco! Y así pasa lo que pasa. Vivimos situaciones que todos conocemos que se muestran de manera muy acertada en el vídeo que encabeza el post, momentos en los que el móvil nos abre una puerta a otro mundo, a otras experiencias pero nos hace olvidar la experiencia más cercana, la que para algunos es la única experiencia.
La solución correcta parecería ser: apaga el móvil y empieza a disfrutar de la vida o, como termina el vídeo, «Soltemos los celulares y miremos a los ojos». Error!! Con esta postura parece que estamos reproduciendo el debate sobre apocalípticos e integrados que mi adorado Umberto Eco definió en el siglo pasado.
¿Por qué no podemos pensar en sumar? ¿Por qué siempre nos empeñamos en restar?
Estoy muy de acuerdo que es de muy mal gusto consultar de manera recurrente el móvil cuando estamos en presencia de otras personas.
Estoy de acuerdo que es importante disfrutar de todos los matices de una puesta de sol en vivo y en directo.
Estoy de acuerdo que debemos estrujar cada segundo que disfrutamos.
Estoy muy de acuerdo en que necesitamos aprender y definir nuevos códigos experienciales.
En lo que no estoy de acuerdo es en que debamos dejar de lado la tecnología. Sobretodo porque ya es una parte de nuestra vida. Es como querer disfrutar del mundo que nos ha tocado vivir pero sin utilizar la electricidad, por ejemplo. Si lo hacemos, que sea consecuente. Y sin electricidad el mundo sería muy diferente. Este punto de vista es como hacernos trampas al solitario.
Este enfoque me recuerda otro de los debates que suelo escuchar actualmente: el supuesto mal uso de las redes sociales por parte de los adolescentes. Muchos ven un problema que los más jóvenes utilicen el móvil a todas horas. Según ellos, no saben disfrutar de lo que tienen. Y no es cierto. Las redes sociales les abren millones de posibilidades de conectarse con otras personas. De hecho, están permanentemente conectados. Y, lógicamente, no saben vivir sin estarlo. Están disfrutando de experiencias pero de maneras diferentes a como lo hacíamos nosotros. Están descubriendo nuevos códigos de experimentación. Y lo hacen sobretodo porque una vez probado el nuevo paradigma se aburren si sólo pueden disfrutar de lo que tienen delante de sus ojos. Se aburren como nos aburríamos nosotros. Nuestras generaciones buscaban otras soluciones a nuestro alcance: fútbol, juegos colectivos, charlas con pipas,… Los adolescentes actuales usan estas soluciones y millones de otras más que les dan los móviles.
Muchas veces me han criticado por sacar miles de fotos allá donde voy. Dicen que me pierdo lo mejor. Pero no es cierto. Creo que hay momentos para todo. Momentos para disfrutar de lo que está pasando. Momentos para disfrutarlos desde otro punto de vista (¿acaso no nos da la pantalla del móvil otra perspectiva, otros colores, de la misma situación?). Momentos para compartir la experiencia con personas que echamos en falta allí mismo. Momentos para recordar la sensación que experimentaste. Momentos…
Creo que si sólo nos centramos en lo que está pasando nos podemos perder otros matices, otras sensaciones que podemos obtener gracias a la tecnología, gracias a nuestros smartphones. La culpa de que se usen como los usamos no es la de herramienta (que por algo es smart) sino nuestra. Somos nosotros los que no hemos aprendido todavía cómo integrar la tecnología en nuestras vidas sin que sea un trauma. Quizá haya llegado el momento de mirar a los más jóvenes y aprender cómo lo hacen de manera absolutamente natural, cómo hacen que los smartphones sean realmente esas armas de construcción masivas que tanto necesitamos. ¿No te parece?